26/3/09
Cuando solo pensamos dejamos de sentir...
Con esta frase quiero iniciar la más grande enseñanza que una amiga me pudo dar, y en este caso no fue en un aula de clase si no en el hueco, área fumador o como quieran llamarlo los que lo conocen, sentados quemando aquellas cuatro palabras que nos sirve de mucho.
La frase inicial tiene mucho de cierto, muchas veces los psicólogos nos ponemos a "pensar" o analizar a las personas, para, acto seguido de esta operación rudimentaria, diagnosticarlo en algún modo a la persona que tenemos al frente, podemos decir que lo hacemos de manera inconsciente, o inercialmente, lo que no tienen nada de malo en un diagnostico para un trabajo. Es nuestra práctica lo que nos ha llevado a ser insensible en ciertos actos, insensibles muchas veces a los gritos desesperados que hacen las personas de manera silenciosas de los seres que amamos y que están a nuestro lado... y también a una pasividad de esperar que las personas acudan a nosotros y no nosotros ir en pos de ellos.
Pero quiero ir más allá del simple sentido de ayuda que todos buscamos y/o brindamos, sino en el sentido de que cuando debemos de volvernos humanos. Puedo decir en mi caso que la frase inicial me cae como anillo al dedo, y a quien no le pasado que la constancia de los hechos te llevan a volverte un poco reacio a los problemas de los demás, como cierto profesores de psicología, y es en este caso, cuando uno se encuentra en una situación (quien no se ha encontrado en estos momentos donde sientes que todo el mundo se te viene encima, que lo único que te acompaña es tu aliento, porque hasta tu sombra te abandona, o que las palabras de todos se vuelven como brasas caliente sobre la piel) donde buscamos más que una definición de la patología que puedas tener y/o técnicas para salir del embrollo, y lo que más buscas, como concuerdo con mi amiga M, es seguridad, una sencilla palabra de aliento, una isla en medio del mar, donde pueda construir un bote para cruzar el océano…
Continuando con la historia, me quede en la parte de que alguna vez en nuestra existencia hemos estado en el fondo, en lo más bajo de nuestra existencia, llenos de problemas, etc. y ahí es donde necesitamos el apoyo de alguien, alguien que nos dé una(S) palabras de ánimo, que nos diga que esto va acabar... aunque solo sea una mentira pero la esperanza que nos brinda puede ser suficiente para sacarnos de la profundidades a la superficie.
En esos estados difíciles que pasamos, nos volvemos sensible a todo, una sensibilidad que podría compararse a las mujeres que están o estuvieron embarazadas, y esto mismo nos lleva a ver ser sensible a la vivencia de los demás, a la belleza de las cosas, etc. que muchas veces pasamos desapercibido por encontrarlo rutinario. Parte de esa sensibilidad nos lleva a ser receptores de la humanidad de personas que no tomamos en cuenta en nuestro transitar diario, o que pensamos, lógicamente, que no tienen nada que ver con nosotros, pero pueden ser palabras de ellos que nos ayuden a salir adelante.
Muchas cosas se puede escribir cuando unos esta en el fondo de la nada, y de cómo apreciamos, sentimos y vivimos esos instante y ahí se aprecia como menciono mi amiga M, la verdadera naturaleza propia de un amigo y vuelvo a repetir gracias M por enseñarme.